Powered By Blogger

martes, 28 de junio de 2011

El Mundo, el Texto, el Crítico

Edward Said.           El Mundo, El Texto, El Crítico
Edward Said, pensador de origen palestino, se hizo famoso por sus críticas antiimperialistas, la defensa de Palestina y la opresión a la que fue sometido y la denuncia de las interpretaciones occidentales sobre Oriente. Defensor de la paz entre árabes e israelíes como iguales, fue Premio Príncipe de Asturias de la Concordia junto a Baremboin, y sus obras más conocidas son Orientalismo y Cultura e Imperialismo.
Sin embargo, en los círculos académicos, Said no es percibido tanto como un intelectual defensor del Oriente, sino como exponente de la crítica literaria y de lo que se llamó estudios post-coloniales, debido a su propuesta de analizar los textos teniendo en cuenta la situación geográfica de éstos y su relación con las luchas de poder. Esta idea está ligada a pensar los textos en general como campos intertextuales dinámicos, volcados hacia el autor, el lector, a una situación histórica, al pasado y al presente, es decir, hacia elementos situados fuera del texto en una realidad concreta, como un sistema de tentáculos, al imaginar e aspecto crítico de la génesis estética en esta obra.
Said defiende la posición del lector como intérprete de textos en contra de la interpretación estructuralista-hermenéutica de Ricoeur, quien a su vez critica a Gadamer. El estructuralista afirma que el texto debe ser estudiado como una unidad “lingüística”, evitando incorporar elementos externos a la obra, y Gadamer ve al texto como conversación, mientras Ricoeur, aunque lo ve como diálogo, la interpretación textual cambia de acuerdo con cada una de sus circunstancias en las que se encuentre el lector una vez separado del autor.
Said acomete esta crítica con otra posición: para él los textos tienen forma de existencia que en todas sus formas están enredadas con la circunstancia, el tiempo, el lugar y la sociedad, están en el mundo. Lo que llama la mundaneidad del texto. El acto de escribir no es como en Ricoeur un reemplazo del hablar, es un tipo de acción diferente con sus propias restricciones y conectadas con lo psicológico, social e histórico de quien lo ejecuta.
La escritura es una actividad mundana específica, que se diferencia de otras actividades, incluida el habla, que significa que quien escribe toma una decisión con respecto a las circunstancias en las que vive. El análisis sobre Courad enfatiza esta cuestión, pues muestra el intento de mostrar la conversación original del habla para, a través de la escritura, darla a conocer al mundo.
El intérprete, en este caso el crítico, no se encarga de traducir e interpretar los textos a una nueva circunstancia, sino que está en esa circunstancia y al mismo tiempo participa de ella. Incluso si no hay intérprete, si el texto es abandonado en una biblioteca, este hecho se relaciona con circunstancias históricas y forma parte de la existencia mundana del texto: la contingencia histórica, la mundaneidad están incorporadas al texto y forman parte inseparable de su capacidad para transportar y producir significado.
Ahora bien, si los textos se explican según su contexto histórico, ¿dónde queda la autonomía? En principio, intención y método, así como en Cultura e Imperialismo, Said hace referencia a la autonomía de los textos, como capacidad de descubrir y producir imágenes extrañamente autónomas desde el punto de vista intelectual y estético, a pesar de la autoridad que la tradición imponía y la cultura dominante. Una invención desde o de la tradición.
Esto engarza, según Said, con dos temas que él considera importantes, la interpretación del otro desde una relación de poder de una cultura dominante que explica lo otro desde su concepción y por tanto es falsa o estereotipada y las relaciones de filiación y afiliación en la sociedad, pues los textos parecen ser una reescritura o una reinvención de lo ya inventado. Los textos no son pues unidades aisladas, sino construcciones a partir de otros textos, forman parte de un tejido que establece conexiones con otro grupo de textos.
En Orientalismo asegura que el Oriente es una invención, no real, hecha por Occidente desde una relación de poder occidental, desde los textos occidentales sobre Oriente, como muestran los capítulos dedicados a Renan, Massignon, realizados más que por una investigación histórica, por una investigación filológica de los propios textos realizados por la cultura occidental.
En la historia de la cultura, se impone que las relaciones sociales se establecen por vínculos de paternidad. Cada ser humano es engendrado por alguien y a su vez engendra a alguien. Esta sucesión biológica construye una fuerte relación de jerarquía: el progenitor es el dominador de su prole. A esto llama Said relación de filiación. Sin embargo, como dijo Freud, son relaciones problemáticas, pues el progenitor no sólo domina, sino también anula, con lo que el dominado intenta acabar con este vínculo jerárquico. Es una relación de destrucción y lucha por el poder. Se establecen entonces nuevos vínculos en la sociedad que no están ligados a esta estructura, que Said llama relaciones de afiliación y que es lo que conformaría la cultura. Sin embargo, las relaciones de afiliación tienden, a veces, a reproducir los esquemas de filiación y a establecer jerarquías y vínculos supuestamente indisolubles, por ejemplo las iglesias y los nacionalismos, como muestra en su último capítulo. Esto también sucede con cada texto con respecto a los elementos externos a él: pueden establecer afiliaciones que imiten la filiación, que naturalicen sistemas jerárquicos de veneración (grandes obras maestras occidentales, obras canónicas), y tradiciones que podríamos llamar paternalistas. Cuando esto sucede, el texto se inscribe dentro de la posición dominante de la que surgió, acepta las condiciones dadas y se vincula con determinadas instituciones que le hacen parecer indisoluble en la tradición. Sin embargo, un texto también puede establecer vínculos diferentes a lo natural y establecería nuevos vínculos diferentes a los establecidos, que llama relación de afiliación consciente y que se inscribirían deliberadamente en órdenes y sistemas diferentes. De esto se puede deducir que un autor puede ser original si toma una distancia crítica con respecto a lo establecido. Un autor puede por tanto escoger una red de afiliación o una particular manera de configuración del texto, es decir, un elemento estético. A diferencia de las teorías críticas literarias denominadas de izquierda, Said acepta como presupuesto cierto carácter estético en las obras, que nos harían preferir unas sobre otras no por las ideas que transmiten, sino por u brillantez literaria. En este punto coincide con Harold Bloom en que la supremacía si o estética, al menos estilística, no se reduce a problemas sociológicos, sino que se construye con respecto a otros tipos de valoración. Es decir, la tensión entre la presencia estética y la vinculación social del texto se enmarca en la dinámica entre la individualidad de un texto y elementos, al menos aparentemente, ajenos a él.
Foucault sintetizó la problemática alrededor de la subjetividad, o la individualidad del sujeto productor de un texto, en torno a la intertextualidad o lo que Roland Barthes llamó la muerte del autor. Un texto no es necesario pensarlo como la expresión de un sujeto, para Foucault, el autor de un texto existe pero como función discursiva compleja que varía históricamente. Said estaría en principio de acuerdo con Foucault en el hecho de que no se puede pensar el texto en función de la individualidad del autor de un yo productor de textos, ya que estos están construidos alrededor de otros textos, en un entramado de repetición. Para Said, dentro del mar de repetición textual y la homogeneidad del actuar, la repetición como original primario y copia, o como decía Marx entre verdad original y repetición histórica falsa, la individualidad y con ello la originalidad de un autor aún visto como agrupador de texto, sería la intención de ruptura, de discontinuidad respecto a maneras de actuar y de escribir. Said recuerda la differance o diseminación Derridiana en este punto, y critica, aunque no está en todo en desacuerdo, la teoría de la influencia de Bloom, en la que en síntesis explica que al pensar un texto como un intertexto, no se puede hablar de originalidad como genio creador y tampoco como una compilación de textos anteriores. Lo original sería encontrar lo no dicho en el texto, una mala interpretación, la intertextualidad como una red de malas lecturas.
Para Said, la originalidad consiste en una variación en el seno de un esquema dominante más amplio, en una conciencia de las relaciones de afiliación con las cuales los textos y los autores están estableciendo vínculos y variaciones sobre as repeticiones que se tienen. Lo original es tomar el entorno y desviarse.
Para Said, la teoría de la influencia de Bloom está constituida en torno a la idea de que una obra tiene su fuerza porque fue primera y se adelantó a otras. Esto lo parece una idea tosca que recuerda la necesidad biológica en que primero significa padre y segundo hijo, y que utiliza en su poética de la mala interpretación. Para Said, semejante concepción filiativa del tiempo sociohistórico obvia el problema de la emergencia, en el que los nuevos fenómenos culturales no tienen esa prioridad, pues son tratados como una familia de ideas que emerge permanentemente en el discurso.
La diferencia más significativa entre la teoría de la mala lectura de Bloom y Said es que éste concibe la búsqueda de la originalidad e individualidad de la escritura no sólo en términos temporales, sino también geográficos. La ruptura con la tradición y el pasado textual existe, pero mediada por la situación geográfica, es decir, por las circunstancias territoriales y textuales propias de su situación en el mundo, que implican una nueva búsqueda de identidad. La figura del exiliado es puesta de manifiesto, tanto en el mismo, como en sus reflexiones sobre Auerbach y su Mímesis.
Said piensa la cultura como un grupo de actividades territoriales en una lucha sin posible solución de identidad, de lucha para no incorporarse a una identidad mayor, por la adopción de otra cultura que se impone. De esta lucha, dolor como él lo define, surge una conciencia subjetiva crítica frente al mundo.
El escritor, y por ende el crítico, debe construir su individualidad de forma que pueda diferenciarse de las formas comunes de percibir el mundo que proponen los discursos dominantes, lo que de forma similar Marcuse, (y Benjamin en cierta medida, según Said), llamaba la tiranía del lenguaje.
La originalidad y la búsqueda de lo individual están en su significado en el mundo, no se puede encasillar. La cultura europea o estadounidense no pueden negara la individualidad de otros por opresión ideológica.
Los capítulos últimos del libro muestran como se puede superar esta opresión ideológica, pues al saber construir una crítica teniendo en cuenta la dimensión social de quien es el autor que realiza el texto, podemos negar el imperialismo que se advierte en la obra. La originalidad y la individualidad es en tanto que respuesta a su dimensión histórica y geográfica una respuesta a lo social, un acto social.
Un texto afirma su individualidad, sin diferencia, con respecto a la sociedad a la cual se afilia, no a otra. Dice Said que la singularidad humana y toda originalidad asociada al empeño humano, es una función de las leyes que constituyen los esquemas psicológicos, económicos e intelectuales que denominamos historia.
La autonomía del texto no puede ser asocial y aquí hay una contradicción, pues si viene determinada por lo social, entonces no hay autonomía. Aunque niega la idea de la obra como algo autónomo, no llega con Eagleton a afirmar que la noción de literatura ha muerto. En lo que sí está de acuerdo es que la literatura no es un campo cerrado de estudio, el crítico debe interpretar los textos teniendo en cuenta su situación en el mundo, la perspectiva histórica de Eagleton.
Para terminar, quisiera subrayar que lo que conduce estas reflexiones es una posición del crítico como interpretación del sentido ético del texto. Si el texto es percibido dentro de su dinámica social y se reconoce la crítica como práctica social, en línea con lo dicho anteriormente, el crítico debe enfrentarse a los problemas sociales inmersos en el texto y tomar una posición ética, teniendo en cuenta que los textos no sólo se alimentan de las circunstancias sociales de las que forman parte, sino que también las afectan.
El intelectual debe tomar partido y siguiendo a Gramsci, toma partido por el intelectual orgánico en contra del tradicional, como crítico emergente.
Said, desde su postura como crítico, desde su posición humanista que reivindica en Orientalismo, desde una posición ética, intenta darnos a conocer las relaciones de los textos con el imperialismo, sea éste quien sea. La actividad del crítico no puede ser pensada como un ejercicio profesional según la tradición, debe ser partícipe de los procesos sociales, debe realizar su actividad como confrontación continua y por lo mismo incómoda, frente a sí mismo y a los demás.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, es posible que publique otro más reciente sobre el mismo tema y autor, pero estoy un poco vago.

      Que tengas un buen año

      Eliminar