Los
colonos que ocuparon Estados Unidos, “encarcelaron” en reservas a los
nativos americanos, poniendo como excusa
al progreso, su defensa y supervivencia económica. Como casi todo el mundo
sabe, -salvo el Tea Party and colegas-, les adjudicaron los terrenos más yermos
existentes en dicho país, porque lo del genocidio empezaba a quedar mal
gracias a Thoreau, Hamilton, Toqueville……
Los judíos de Israel están haciendo lo mismo con los palestinos, evidentemente
porque lo del genocidio sigue quedando mal, ocupando los mejores terrenos, las
fuentes de agua y arrinconándolos en los terrenos más yermos, que ya es rizar
el rizo, de Palestina. Ahora resulta que un premio nobel de la Paz, que no
había hecho nada para merecerlo, pierde una oportunidad para ganárselo y se pone
del lado de los extremistas milenarios que se arrogan el derecho divino- y
económico-, para ocupar dicho territorio, -en vez de compartirlo-, y expulsar a
sus nativos a la pobreza, la hacinación
y el desierto. La historia enseña que la creación de odio y la
humillación constante acaban con los que la producen. En cualquier caso y
gracias a la prensa –de momento-, sabremos de las personas y de los gobiernos, que ocuparán un
lugar en la historia de la infamia, porque con estas acciones serán culpables
de las muertes que se produzcan a partir de ahora y quizá, de la resurrección
de un nuevo Adriano. Mientras tanto, siguen los asentamientos en un claro ejemplo
de lograr la paz y anexionar
territorio. A este paso invaden Egipto sin que se den cuenta y montan una
escuela adoctrinadora de la Tora a la
sombra de Gizeh. Mientras, la jeja de la diplomacia norteamericana dice
sentirse disgustada por esta nueva anexión. Hay disgustos como este que llevan matando
a los oprimidos desde que el mundo es mundo. Los que mueren después por la sinrazón se han dado en llamar víctimas
colaterales.
¡Qué orbe, Dioses, qué chapuza de
orbe!.
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